Compartiendo mesa con los dioses (VIII): lo permitido, lo prohibido
Hay diferencias entre aquellas religiones que permiten alimentarse de las ofrendas o de los sacrificios que los fieles hacen a las divinidades y aquellas que no contemplan esta posibilidad.
Uno de los aspectos en los cuales la alimentación tiene peso, presencia y mensaje, al igual que en la mesa, es en los sacrificios. Y en el transcurso de la investigación que vuelco en estos artículos, una pregunta inevitable ha llegado. ¿Hay diferencias entre las religiones que permiten alimentarse de las ofrendas/sacrificios y las que no lo contemplan? La hay; existe una clara diferencia entre permitirlo y prohibirlo y a continuación voy a intentar mostrarlo.
Aquellas religiones que sí lo permiten hacen de ese gesto una entrega de la presencia divina a quien se alimenta de ello; son alimentos bendecidos y, por lo tanto, más beneficiosos, liberándose además de todo pecado. Esto sucede en el hinduismo.
En la Grecia Antigua lo que se ofrecía a los dioses eran huesos y grasa (recordemos que el humo, de olor agradable, era una manera de alimentar a las divinidades), mientras que la carne era para las personas, la comunidad, haciéndose de la comida en común un refuerzo a la causa social y a lo divino.
Otros sacrificios no eran tan compartidos o repartidos, y eran el alimento del oferente y los sacerdotes, lo cual ocurría en los primeros tiempos del judaísmo.
Fue el cristianismo el que, tras la resurrección, hizo de la simbología una hábil maniobra en lo referente a la capacidad de llevar a cabo sacrificios: asociar el pan y el vino, alimentos cotidianos y muy presentes en la mesa, a ser el nexo alimentario, el sacrificio y ofrenda casi omnipresente y bajo imperativos: "tomad y comed/bebed..."
En la visión contraria, la prohibición era categórica, entendida en el Islam como una aberración, una abominación, comer carne sacrificada a un dios que no fuera Alá y siguiendo las pautas marcadas por el ritual halal.
En el Antiguo Testamento se enumeran prohibiciones al respecto. Por ejemplo, en el Deuteronomio 32:17 se prohíbe comer alimentos ofrecidos a ídolos, y se llega a considerar como una señal de fidelidad divina el rehusar a participar en comidas paganas basadas en sacrificios, mostrando así obediencia e identidad vinculada con la presencia y el mandato divino en algo tan básico y tan constante en la vida de una persona como es la alimentación.
Mientras que en las religiones que sí permitían alimentarse de lo sacrificado, lo sagrado era tu alimento, con los beneficios que ello conllevaba, en las que lo vetaban y lo prohibían, levantaban un muro con lo espiritual e identitario.
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