Compartiendo mesa con los dioses (VI): panes de los desiertos
En esta serie de artículos sobre la relación entre la alimentación y lo divino no iba a faltar el pan, por supuesto. Pero no metiendo a todas sus variantes en el mismo saco. Lo vemos a continuación
Vayamos a buscar panes a lugares especiales, cargados de simbolismo, de resiliencia, de metáforas, de viajes, de transformaciones; vayamos en busca de los panes de los desiertos. Y creo que es una buena opción empezar a conocerlos arrancando con el pan de arena de los tuaregs, el taguella, un pan que se cocía en un hoyo en el suelo con carbón, que una vez se convertía en brasas, estas se retiraban, en parte, y el resto se cubrían con arena para poner el pan encima y enterrarlo con más arena, haciendo del hoyo un horno de arena. En lo referente al sabor y olor del pan, el carbón vegetal juega un papel muy importante por los matices que traspasa al pan.
En el Sahel y el Sáhara, podemos encontrar masas de panes delgados elaboradas a partir de harina de sorgo fermentada, cocinada sobre planchas de metal o piedras planas calientes. Si este pan de tipo pita se secaba, se podía remojar en caldo y acompañar de elaboraciones lácteas.
Los panes beduinos y nabateos (vinculados a la ciudad de Petra), de harina de trigo, son cocidos adosados a las paredes de los hornos. Dichos panes eran enriquecidos en el proceso del amasado añadiendo leche de camella, leche que, según cuentan, alarga la vida de este pan.
En Asia, en la Ruta de la Seda, se decoraban panes con semillas (sésamo, amapola) para visualmente hacerlos más atractivos y más vendibles. Y por supuesto, más sabrosos y energéticos. Este añadido de semillas se encuentra en lugares remotos tales como en el desierto australiano, con el mijo como semilla añadida.
Todos estos panes tenían una fuerte vinculación con lo divino: trazar símbolos en la masa, entregar pan cocido como ofrenda a un dios del fuego, esparcir parte de la ceniza de la cocción a modo de agradecimiento a los ancestros, pan colgado como amuleto contra maldiciones (en el caso tibetano), u ofrenda a la madre tierra (Pachamama) durante los festivales de siembra para tener abundantes cosechas. Quien partía el pan era importante o elevaba su status debido a estas características del pan.
La preparación del pan era un ritual en sí, desde el inicio hasta su posterior degustación. Por este motivo, indirectamente se sacralizaban procesos e ingredientes que formaban parte de la elaboración, incluyendo las cenizas, el carbón, la arena, el fuego y las brasas.
El pan alimenta y nutre, pero guarda mucho más.
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