Compartiendo mesa con los dioses (III): el agua
El agua es imprescindible para la vida, y por eso ha sido objeto de regulación a lo largo del tiempo, pero también considerada un don divino. Este doble carácter se refleja en multitud de rituales
En esta parada del recorrido, la tercera ya, ponemos el foco en algo imprescindible en cualquier viaje (y este no va a ser menos): el agua.
Suele pasarse por alto y/o no dar al agua la importancia que tiene, cuando juega un papel fundamental. Sin embargo, el agua como alimento tiene un profundo significado espiritual y es frecuentemente agradecida a las divinidades en tradiciones religiosas y mitológicas. Su papel como sustento vital, y su provisión y acceso, es visto como una manifestación de la generosidad y el cuidado de los dioses.
Un repaso a cómo se agradece el agua como alimento en distintas culturas:
En el hinduismo, el agua es ofrenda y sustento y se ofrece a los dioses en varios rituales (puja) y festivales, como símbolo de purificación y gratitud
En el Surya Namaskar (saludo al sol), se ofrece agua al sol como agradecimiento por la vida y la energía.
Los Vedas y los Puranas (textos) enfatizan la importancia de agradecer a los dioses por el agua, especialmente a Varuna (dios de las aguas) e Indra (dios de la lluvia).
En el Antiguo Egipto, los egipcios agradecían a Hapi, el dios del Nilo, por las inundaciones anuales que fertilizaban sus tierras. Además, realizaban ofrendas de agua y alimentos a los dioses en los templos. En los himnos al Nilo y textos funerarios se recoge la gratitud por el agua como fuente de vida. Y una de sus fiestas más importantes es la Fiesta de la Inundación, que celebraba la crecida del Nilo, considerada un regalo de los dioses.
En las oraciones diarias del judaísmo se agradece a Dios por el sustento, incluyendo el agua y en el Sucot se celebra la fiesta de la cosecha, en la cual se agradece la lluvia y el agua que nutren los cultivos. En la Torá el agua es un símbolo de la providencia divina (el maná y el agua de la roca en el desierto).
En el islam, antes de beber agua, los musulmanes suelen decir bismillah (en el nombre de Alá) como agradecimiento y en las abluciones se reconoce el agua como un don purificador. El Corán recoge que Alá envía agua del cielo para dar vida a la tierra (Corán 2:22, 16:10).
Culturas mesoamericanas: Agua como regalo de los dioses.
Los aztecas realizaban ofrendas a Tláloc, el dios de la lluvia, para agradecer por el agua que alimentaba sus cultivos, y los mayas ofrecían sacrificios y ceremonias en cenotes para honrar a Chaac, el dios de la lluvia.
En el Popol Vuh, como en muchos textos sagrados, el agua es un elemento esencial para la creación y la vida. Realizaban un festival exclusivo para el agua, el festival Atlcahualo, dedicado a pedir y agradecer por la lluvia.
Los griegos ofrecían libaciones (derramamiento de agua o vino) a los dioses como agradecimiento por su sustento, y Poseidón era honrado en festivales para agradecer por el agua del mar y la fertilidad de la tierra (en los himnos homéricos, se agradece a los dioses por los ríos y las fuentes de agua).
Las Thesmoforias eran unas fiestas en las que celebraban la fertilidad de la tierra, incluyendo el agua como elemento vital.
En la Eucaristía cristiana, el agua mezclada con vino simboliza la unión de lo humano y lo divino, agradeciendo por el sustento (en la Epifanía se bendice el agua como símbolo de la gracia divina). Son comunes y constantes las oraciones de agradecimiento por el agua y los alimentos son comunes en las bendiciones antes de las comidas. En La Biblia, Jesús se refiere al agua como un don de Dios (Juan 4:10, "el agua viva").
Temas comunes en la visión y entendimiento del agua:
1. Gratitud: El agua es vista como un regalo divino que sustenta la vida.
2. Ofrendas: Rituales y ceremonias expresan agradecimiento a las deidades por el agua.
3. Purificación: El agua no solo alimenta el cuerpo, sino también el espíritu.
4. Conexión cósmica: El agua une lo humano con lo divino, recordando la dependencia de la creación en el Creador.
En las regiones del Creciente Fértil, incluyendo las civilizaciones sumeria y acadia, el agua no solo era venerada como un elemento vital para la agricultura y la vida en general, sino que también se reconocía y agradecía como un alimento esencial para la supervivencia humana y animal. Esta concepción del agua como sustento se reflejaba en rituales, mitos y prácticas religiosas que destacaban su papel como don divino.
El agua como sustento físico y espiritual era esencial para beber, cocinar y mantener la higiene, y su provisión se consideraba un regalo de los dioses. En una región donde el agua no siempre era abundante, su disponibilidad era motivo de gratitud y celebración. El agua también se asociaba con la purificación y la renovación espiritual. Los rituales de libación (ofrendas de agua) y abluciones (limpieza ritual) eran comunes en los templos.
En los templos, se ofrecía agua a los dioses como símbolo de gratitud por su provisión. Estas ofrendas se realizaban en vasijas especiales y formaban parte de los rituales diarios, vertiéndose en altares o colocándose en recipientes sagrados, como una forma de devolver a los dioses parte de lo que habían dado. Las libaciones (derramamiento de agua, vino o cerveza) también eran una práctica común en honor a los dioses. Estas se realizaban en ceremonias religiosas, funerales y festividades. El acto de derramar agua simbolizaba la conexión entre lo humano y lo divino, agradeciendo el sustento y la vida.
En los mitos sumerios, Enki (dios de las aguas dulces) es quien organiza el mundo y asegura que los ríos, manantiales y aguas subterráneas fluyan para alimentar a los seres vivos. Por ello, Enki es visto como un proveedor generoso que garantiza el sustento de la humanidad.
Quiero destacar el mito de Atrahasis, mito acadio en el cual los dioses crean a los humanos para que trabajen la tierra y cultiven alimentos, pero también para que cuiden de los dioses mediante ofrendas. Aquí el agua es un elemento clave en este ciclo de reciprocidad y equilibrio, siendo de relevancia y gesto de gratitud los festivales de la cosecha en los cuales se agradecía a los dioses el agua que había nutrido los cultivos ofreciendo las primeras cosechas a los dioses.
El agua en la vida cotidiana tenía una presencia constante por la variedad de actividades en las que juega un papel fundamental; en la agricultura, los sumerios y acadios desarrollaron sistemas de irrigación avanzados para aprovechar el agua de los ríos Tigris y Éufrates. Estos sistemas eran considerados obras sagradas, bendecidas por los dioses (los agricultores realizaban rituales antes de sembrar y cosechar, pidiendo y agradeciendo por el agua necesaria para sus cultivos).
Por supuesto, el agua era un ingrediente esencial en la preparación de alimentos, como el pan y la cerveza, que eran alimentos básicos en la dieta mesopotámica. De hecho, la cerveza era considerada un regalo de los dioses y se ofrecía en rituales como una forma de agradecimiento, sin olvidar a los sacerdotes que recitaban oraciones pidiendo lluvias abundantes y agradeciendo el agua que llegaba a sus tierras, oraciones que se dirigían a dioses como Adad (dios de las tormentas) y Enki (dios de las aguas dulces).
Abordemos ahora asuntos terrenales. En el Código de Hammurabi (1754 a.C.) y en otros textos administrativos de las civilizaciones mesopotámicas, el uso y la gestión del agua estaban estrictamente regulados debido a su importancia crítica para la agricultura y la supervivencia de la sociedad. El derroche de agua, así como su mal uso, podía tener consecuencias graves, tanto legales como económicas.
Aunque el Código de Hammurabi no contiene artículos específicos que mencionen explícitamente el derroche de agua, sí regula aspectos relacionados con su uso, especialmente en el contexto de la agricultura y la propiedad:
- Artículo 53: si un agricultor era negligente y no mantenía adecuadamente su parte del sistema de irrigación, lo que podía causar inundaciones o pérdida de agua, debía compensar los daños causados a sus vecinos.
- Artículo 55: si un agricultor abría un canal de irrigación de manera negligente y causaba la inundación de un campo vecino, debía pagar una indemnización en grano según la extensión del daño.
- Artículo 56: si un agricultor no controlaba adecuadamente el flujo de agua y esta dañaba la propiedad de otro, debía reparar los daños y pagar una multa.
Además del Código de Hammurabi, existen otros textos administrativos y legales de Mesopotamia que regulaban el uso del agua. Estos documentos muestran que el agua era un recurso cuidadosamente gestionado y protegido por:
-Contratos de irrigación:
En tablillas cuneiformes se han encontrado contratos que detallan acuerdos entre agricultores para compartir el agua de los canales. Estos contratos establecían turnos y cantidades de agua que cada agricultor podía usar, evitando así el derroche y los conflictos.
El incumplimiento de estos acuerdos podía dar como resultado multas o la pérdida del derecho al uso del agua.
-Regulaciones sobre canales y diques:
Los gobiernos locales y los templos (que a menudo administraban las tierras y los recursos hídricos) establecían normas para el mantenimiento de los sistemas de irrigación.
Los agricultores estaban obligados a participar en la construcción y reparación de canales y diques. Quienes no cumplían con estas obligaciones podían ser sancionados, (pagando multas que podían incluir el pago en grano o plata) o la pérdida de derechos sobre la tierra.
Además, tomar más agua de la asignada o desviarla ilegalmente para beneficio propio estaba prohibido y podía ocasionar sanciones económicas o la pérdida de derechos sobre la tierra.
La economía de Mesopotamia dependía en gran medida de la agricultura, que a su vez dependía de los sistemas de irrigación. El derroche de agua podía poner en riesgo las cosechas y, por tanto, la estabilidad económica de la región
Los canales y diques eran infraestructuras comunitarias, y su mal uso afectaba a toda la comunidad. Por ello, en muchas ciudades-estado, el control del agua estaba centralizado en manos del gobierno o los templos, que supervisaban su distribución y uso. Esto aseguraba que el recurso se gestionara de manera equitativa y eficiente. Además, los funcionarios reales o sacerdotales supervisaban la construcción y mantenimiento de los sistemas de irrigación.
El agua, además de ser entendida y venerada como un elemento vital para la agricultura y la vida en general, era también entendida como un "alimento" esencial que sostenía tanto el cuerpo como el espíritu. Su provisión era considerada un regalo de los dioses, y se agradecía mediante rituales, ofrendas y celebraciones. Era un recordatorio constante de la dependencia humana, de lo divino y de las fuerzas de la naturaleza.
Como alimento, elemento central en la relación entre los seres humanos y las divinidades. Su provisión es celebrada y agradecida en rituales, oraciones y festividades, reflejando su papel esencial en la vida física y espiritual.
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