La vida en diez céntimos
Hay un bar que es nuestro bar. Todos tenemos el nuestro. No sabemos por qué es nuestro bar, pero así lo decidimos un día y nada de lo que ocurra en él hará que lo cambiemos por otro
Llega el nuevo año y todo el mundo aprovecha para subir los precios. Vaya novedad, sucede cada año y nosotros, que somos de memoria frágil, y que no nos gusta que nos toquen ni los huevos ni el bolsillo, nos asombramos como si fuera la primera vez. En el Sol i Lluna, Lin y Qi-Wi, también los han subido.
El Sol i Lluna es mi bar. Todos tenemos eso que llamamos nuestro bar sin que sea, nominalmente, nuestro. Ese lugar en el que paramos a hacer una caña al salir de trabajar y antes de retirarnos a nuestros aposentos. Ese, al que bajamos a tomar un café cuando necesitamos que nos dé el aire. Ese que nos sirve un bocadillo, un mediodía en el que todo ha ido del revés y a las quinientas el almuerzo no se ha empezado a preparar. O en el que nos refugiamos cuando, definitivamente, todo se ha ido al garete y necesitamos algo fuerte. Ese en el que no hace falta que pidas; te sientas y en función del día de la semana y la hora, ellos saben perfectamente qué te tienen que servir.
También es ese del que conocemos a todos los parroquianos habituales. Jamás de una manera muy profunda, ni muy personal, ni muy íntima. Yo al menos no, que en mi bar no quiero que me molesten, ni que me den cháchara. Pero sí, sabemos los nombres, a qué se dedican y, sobre todo, de qué pie cojean, que en mi caso es lo que me sirve para mantener al 99% de los habituales tan lejos como me es posible. En breve entenderán por qué.
Nuestro bar no es ni el más bonito, ni el más barato, ni el más limpio, ni el más acogedor, ni sus dueños son los más simpáticos, ni sus bocadillos son los mejores, a pesar de lo cual lo hemos elegido como nuestro bar. Seguramente por una mezcla entre conveniencia y casualidad. Nos cae cerca, a mano, de nuestras idas y venidas habituales y un día, sin saber muy bien por qué, nos sentamos en una de las mesas de su terraza y nos sentimos lo suficientemente bien como para decidir que ese sería, desde ese momento, nuestro bar. En mi caso, fue un día del verano de 2023. Nuestro bar forma parte de nosotros o, como mínimo, de nuestro paisaje y nuestro paisanaje
Pues bien, en el Sol i Lluna han subido los precios 10 céntimos. Todo es 10 céntimos de euros más caro que el año pasado. Bueno, todo no sé, pero mi cerveza ha pasado de 2,20 a 2,30. Si he escrito todo, es porque mi desayuno -un bocadillo, un agua con gas y un café- no se ha encarecido 30 céntimos, como hubiera parecido lógico, sino 10 céntimos en total, de 8,10 a 8,20. Para Lin y Qi-Wi, la vida en 2024 y 2025, transcurre en 10 céntimos. Y no vean la que se ha armado.
Esos habituales a los que procuro mantener lejos, los mismos que les dicen a Lin y a Qi-Wi que esa [cerveza] se la apunten, los que colonizan algunos sábados todas las mesas de la terraza para celebrar un cumpleaños y que no te piden que te largues, pero no hace falta, porque tú te vas por tus propios medios y voluntad, porque sabes que lo que viene a continuación va a ser difícilmente soportable. Pues sí, esos, que te obligan a escuchar sus vídeos y su música desde sus móviles, esos que elaboran delirantes teorías de la conspiración sobre Hacienda y la Seguridad Social, han decidido que esos 10 céntimos son un abuso. No los van a sacar de allí, porque ese es su bar, ni con agua caliente, ni que el precio del quinto hubiera subido 50 céntimos, pero esos 10 céntimos son, a sus ojos, un atropello.
Nunca tan poco causó tanta indignación. Que si ese bar da mucho dinero y a ver si había alguna necesidad de subir los precios; que si ya no era un bar barato -pero ellos viven en él- y ahora menos; que el de la otra esquina es más barato… Pero no se irán, ni cambiarán de bar y en dos días, se les habrán olvidado esos 10 céntimos. Quizás lo recuerden, fugazmente, cuando pasen cuentas de todas esas cervezas apuntadas y la cuenta suba un poco más de lo habitual. Pero de eso también se olvidarán hasta, como mínimo, el año que viene. Porque ese es su bar y si en tu bar te duele que la vida transcurra en 10 céntimos, quizás es que no es tanto tu bar cómo pensabas.